Tras muchos años de ausencia, ¡hoy he vuelto al cole! Varios meses llevo trabajando en el proyecto del Instituto, por lo que me conozco la normativa de diseño de colegios al revés y al derecho con lo cual no he podido dejar de pensar que en éste no se cumple ni la más mínima norma... Pero hoy no se trataba de pensar en ello, sino que disfrutar de la alegría de los pequeños.
Hace tiempo que no entraba en un aula de niños tan pequeños, con lo que había olvidado como eran, y todo lo que veía me parecía curioso a la vez que me recordaba la ya lejana niñez. A diferencia de las aulas universitarias, estas aulas tienen vida propias: colores, letras, números, dibujos y juguetes, en definitiva un mundo único, mágico y lleno de fantasía.
Hace tiempo que no entraba en un aula de niños tan pequeños, con lo que había olvidado como eran, y todo lo que veía me parecía curioso a la vez que me recordaba la ya lejana niñez. A diferencia de las aulas universitarias, estas aulas tienen vida propias: colores, letras, números, dibujos y juguetes, en definitiva un mundo único, mágico y lleno de fantasía.
Lo siguiente que me llamo la atención fue la cantidad de madres que había haciendo compañía a los pequeños, a parte de mi, solo había un hombre de unos 40 acompañando a su hijo. En más de una ocasión me preguntaron ¿cual es tu hijo? a lo que rápidamente respondía,-ninguno ¡ninguno!, ese es mi hermano, ¿yo tener hijo? ¡quita quita!-. Hablando de madres, he salido con un dolor de cabeza de ese sitio ¿cual chillaba más que la otra?. Al contrario que los niños, tranquilos y en su mundo con los juguetes. Creo imaginar lo que pasaba por sus pequeñas cabecitas -¡callarse ya!-. Que estrés para los pobres críos.
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